(1974 / 1983) EL TERRORISMO DE ESTADO EN CAMPANA, ZÁRATE Y LIMA.
La madrugada del 12 de Abril de 1975, en la Ciudad de
Campana, sobre el paraje de Río Luján, cinco militantes peronistas, miembros de
Montoneros, fueron encerrados y asesinados a quemarropa por un grupo de patotas
policiales con la asistencia implícita de fuerzas militares. Todos ellos se
encontraban recuperando un convoy de alimentos y cereales que iban a ser
distribuidos en las villas y barrios humildes de Campana, Zárate, Escobar. Acompañando y apoyando a su vez el paro de Villa Constitución y los obreros
detenidos y asesinados en la represión del 20 de Marzo de ese año. En esa Ciudad
y en todo el cordón industrial de la zona.
El hecho, como tantos otros perpetrados por las bandas parapoliciales, fue completamente fraguado presentado como un enfrentamiento. Sin sobrevivientes, testigos, ni detenidos.
Para ese entonces, rige el estado de sitio declarado en
Noviembre del año anterior, la ley Nº 20840 está vigente y el Código Penal Argentino
fue reformado en su estructura para poder sancionar, perseguir y calificar de
Asociación Ilícita o de Enemigo del Estado a cualquier organización opositora
que intente cuestionar al gobierno de Isabel Martínez de Perón y del sector que
asaltó el poder luego de la masacre de Ezeiza, condicionando la Democracia
recuperada en 1973 y al mismo modelo peronista, luego de la muerte del mismo
general Perón.
Este hecho en nuestra región sentó un
claro precedente del terrorismo de estado que tendría lugar a partir del golpe
de 1976, en el que miembros civiles de organizaciones, sindicatos y partidos
políticos, por su condición de opositores civiles al régimen fueron fusilados,
desaparecidos y asesinados a mansalva por miembros de las entonces fuerzas
armadas y de seguridad, sin ninguna clase de garantías, enjuiciamiento civil u
orden judicial.
Dos compañeros lograrían sobrevivir y escapar a la
masacre, durante esa noche, aportando su testimonio para que estos hechos se
mantuvieran en la Memoria Histórica.
Las víctimas caídas y asesinadas tenían una importante
historia política en la militancia y en la lucha por la recuperación
democrática entre 1955 y 1973.
Carlos Alberto Tuda, Luis Arnaldo Bocco, Carlos
Fernando Lagrutta, Carlos Pablo Molinas y Guillermo Rodríguez. Miembros y militantes del campo nacional popular.
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Tuda, Carlos Alberto.
Conocido como “El Negro Nano”. Tenía 26 años y era
cordobés. Militando en la universidad (Universidad Católica de Córdoba) ya
había sido detenido dos veces. Fue amnistiado por el indulto presidencial del
presidente Cámpora el 25 de mayo de 1973. Era fundador y primer jefe de la
Columna 17 Paraná, popularmente conocida como “la Ramona Galarza” en recuerdo
de la cantante correntina de chamamés. Se había instalado en la zona industrial
de Zárate y Campana.
Carlos organizaba a la gente con su eterna muletilla:
“Aquí se hace lo que se puede”. Sus compañeros recuerdan que los domingos no
permitía militar a nadie bajo su mando; eran días sagrados, de descanso, de
juntarse, de comer asados y guitarrear entre amigos. Estaba casado con Clara
Josefina Lorenzo Tillard.
Luis Arnaldo Bocco.
“El Flaco Tito”. Tenía 27 años. Había
nacido en Campana, un 23 de marzo de 1947. Integrante de las Cátedras
Nacionales. Sociólogo y profesor. Iba a entrar a trabajar en una fábrica. Era
famoso entre sus compañeros como deglutidor de cuanto fiambre caía en sus
manos: en feta, entero, con pan, como fuese, el embutido terminaba siempre en
el estómago de Luis.
Guillermo Adelio Rodríguez.
Era sanjuanino. Nacido en
Caucete, obrero de la construcción y oficial carpintero, además estudiaba para
ser maestro mayor de obras. Guillermo Adelio “Mario” Rodríguez, empezó a
trabajar como albañil a los 14 años. Se vino para la Capital a los 17 y cuando
cumplió un año más, se instaló en Berisso, provincia de Buenos Aires. A fines
de 1971 comenzó a militar en el Peronismo de Base. Era vocero y defensor de sus
compañeros en Yacimientos Petrolíferos Fiscales (YPF) donde trabajaba, hubo un
conflicto, organizó una huelga y lo despidieron. Ya en 1973 se hizo integrante
de la Juventud Trabajadora Peronista (JTP) pero no duro mucho en ningún trabajo
por sus antecedentes político-sindicales.
En 1974 consiguió conchabo en la
construcción del puente Zárate-Brazo Largo. Ya tenía una compañera –Ángela
Alicia Castillo, “Coni”- y tres pibes; el menor de ellos tenía tan sólo 15 días
de vida cuando Rodríguez perdió la vida. Tenía 25 años. Su mujer a 15 días de
haber dado a luz fue detenida en Zárate –sobre la calle Félix Pagola, donde ellos
vivían- y salvajemente torturada, picaneada en la panza, los pechos y las encías
y también recibió trompadas, para que revelara nombres de compañeros de
militancia de su marido. No les dijo nada porque no sabía nada. Ella recordó a
su marido con gran amor y siempre comentaba, cuando éste compró un cuaderno en
el que le apuntaba deberes y le traía el diario para que aprendiera a leer, ya
que ella tenía solamente primer grado cursado.
Molinas Benuzzi, Carlos Pablo.
Nacido en la Provincia de Santa
Fe. Lo apodaban “El Gringo”. Su hermano y varios miembros de su familia,
también fueron asesinados y desaparecidos por el terrorismo de estado. Hombre divertido.
Sencillo. Tenaz. Esas eran tres de sus cualidades más importantes. El más
intorvertido de todos los hermanos, aunque era muy común en él, utilizar las
bromas (también las pesadas) como una forma de vincularse y expresar sus afectos.
Había hecho el secundario en el Colegio de Don Bosco (de Santa Fe, su lugar de
nacimiento). Donde comenzó a comprometerse con el peronismo revolucionario,
heterodoxo. Tenía 24 años al ser asesinado. Comenzó su militancia política en
el “Ateneo”, cuando estudiaba Abogacía en la Universidad Nacional del Litoral.
Trabajó en Bienestar Social en su provincia natal y representó a sus compañeros
como delegado en Unión Personal Civil de la Nación (UPCN) y fue dirigente de la
Juventud Trabajadora Peronista (JTP). Tan buena imagen dejó y tan querido fue,
que a su velatorio llegó una corona de aquellos trabajadores, que no lo
olvidaban y reivindicaban así su lucha y compromiso con los más débiles de
nuestra sociedad. Es que fue un hombre sensible, comprometido y tan audaz en
sus convicciones como responsable en sus decisiones.
Carlos Fernando Lagrutta.
Nació el 3 de
noviembre de 1947. Según sus compañeros Carlos “…fue un compañero de raíz
original cristiana, que muy tempranamente empezó su militancia política y su
compromiso social. De familia de clase media muy conocida y respetada en
Rosario en el ámbito de la actividad comercial, Fernando estudiaba en el
colegio La Salle. Muy temprano, quizás influenciado por los hermanos
lasallanos, por algún profesor revisionista, por su cuna y por la efervescencia
del país, se fue vinculando en charlas con sectores nacionalistas. Ya promediando
la secundaria, se advirtió su condición de líder. Alrededor de él se nuclearon
muchos compañeros y participaba de la Juventud Estudiantil Católica (JEC).
Desde esa actividad tuvo encuentros nacionales y conoció a varios protagonistas
y compañeros de la futura Juventud Peronista; participando además de un
campamento con el cura Carbone –asesor nacional de la JEC- en Bariloche. Pero
su compromiso excedía ese estrecho marco y pronto, con aproximadamente 15 ó 16
años, fundó con otros compañeros el Instituto Social Cristiano de Estudio y
Acción Política (ISCEAP).
Entendiendo
que el estudio y la acción tienen que ser profundos, con contenido nacional,
popular y revolucionario, de cara a un cambio profundo en la sociedad y en el
país. Este instituto inició sus actividades públicas en 1964, con una escuela
de formación de dirigentes, con cursos de 4 años, escuela para secundarios, un
departamento de cultura con charlas, cine, debates, revista, etc. Allí Fernando
fue el más destacado compañero. Fernando articulaba su vida alrededor de esta
actividad que era el motor de su rigurosidad.
La artesanía
con que esculpía su vida, se trasladaba como modelo en la exigencia colectiva.
Su capacidad par aproyectarse más allá de lo inmediato, generaba en reuniones,
plenarios y asambleas, la idea que ‘algo no dicho, algo rumiado o sabido,
quedaba en el tintero’, lo que le servía para ir generando distintas
estrategias, pensando en un universo más general, menos inmediato que lo que se
decidía puntualmente. Esta actitud de su parte, esa manera intelectual de
obrar, fue la que le valió el sobrenombre de “El Oscuro”. El golpe del ’66
(Onganía) y la ‘Noche de los Bastones Largos’ encuentra el ISCEAP encerrado en
sí mismo y falto de articulación con otras expresiones antidictatoriales. Un
grupo de jóvenes (algunos de ese instituto y otros de la ex Juventud de Acción
Católica), echados por el arzobispo Bolatti de las filas de la Iglesia por
tercermundistas y revolucionarios, deciden, invitando a todos los cristianos
que quieran participar a crear agrupaciones, movimientos antidictatoriales en
el ámbito en que cada laico esté actuando.
Así surge en la Universidad de
Rosario, la Unión de Estudiantes del Litorial (UEL) que posteriormente a nivel
nacional crea la Unión Nacional de Estudiantes (UNE). Fernando, algo reticente
al principio en el cambio de espacio político, más tarde se convence y pasa a
ser un dirigente ‘esencial’, en lo que se llamó el ‘movimiento’, que fue el
conjunto de compañeros que desde lo sindical, estudiantil, político, gremial,
barrial, cultural, confluían en una misma propuesta. Concretamente empezó a
militar en la Facultad de Ingeniería, donde poco antes de recibirse fue
suspendido con otro compañero, por dos años por el rector Luis Cantini ligado a
la dictadura militar. Desde esta posición se fue participando activamente, como
una de las fuerzas principales, en la CGT de los Argentinos y en una Comisión
de Movilización, siendo Fernando el principal operador de su grupo de
pertenencia. Desde este lugar se participó de los dos rosariazos y se acompañó
a la CGT (Quagliaro) en solidaridad militante con las luchas de Chaco y
Corrientes en el momento del fusilamiento de Cabral.
En reuniones y contactos
con otras organizaciones, se vio la posibilidad de crear un peronismo
alternativo o de base en lucha, como forma de organizacion superadora. Un punto
bisagra en el país y en Rosario es el secuestro y desaparición de ‘Tacuarita’
Brandazza, que a él lo encuentra como un lúcido interprete de la realidad
coyuntural y en activo gestor de las medidas a adoptar en la nueva etapa que se
avecina. A partir de aquí, los tiempos fueron distintos y ya los viejos odres
no pueden contener la nueva realidad, habiendo por lo tanto, redefiniciones en
la militancia.
Fernando y su
compañera Nani (Ana María Carlino), después de haber estado detenidos algunos
meses los dos, se integran junto con otros compañeros a la Juventud Peronista y
Montoneros; articulan con el cordón fabril petroquímico de zona Norte de
Rosario, se movilizaron para sensibilizarse con la comunidad y se asentaron en
una villa en Campana. Como oficial montonero era conocido con el sobrenombre de
“Pablo”. Dejó una hija de nombre Celina y de tan solo 9 meses de vida por la
que sentía adoración. El compañero Víctor Paulón mítico referente de lucha en
Villa Constitución y dirigente de la UOM, escribió un largo poema en honor a
Carlos Fernando Lagrutta que concluye de este modo:
“Los años nos
volvieron cautivos del recuerdo
Por eso
convocados al sol de tu memoria
Quisieramos
decirte en lenta letanía
Tu vida es un
ejemplo, sos parte de la historia
Tus sueños y
los nuestros se mantienen despiertos
A la hora
precisa en que emprendiste el vuelo
Tu imagen no
envejece, tus ojos siguen viendo
En cada
rebeldía, en todos los encuentros
Fernando
nuestro amigo, por siempre Compañero”. (V. P.)
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Durante los
meses siguientes, y también a lo largo de la dictadura militar, todas las
familias y compañeros de estas víctimas fueron perseguidos, detenidos y sus casas
allanadas. Como una constante, el terror sistemático arruinó hogares, familias, historias y futuros. Muchos de ellos a veces tuvieron que optar por el exilio exterior o interno para salvaguardar
su integridad física, social y familiar.
Actualmente
estos hechos vienen siendo juzgados e investigados en la causa Nº 1831/2 en el Juzgado Federal de Campana, a cargo del
Dr. Adrián González Charvay.
A la fecha, según el Archivo
Nacional de la Memoria, entre el 20 de junio de 1973, el día de la
Masacre de Ezeiza, hasta el golpe militar del 24 de marzo de 1976, hubo 900
desapariciones, 1500 asesinatos por razones políticas y 3000 personas fueron detenidas y apresadas
por causas políticas.
La
resolución aprobada por el máximo órgano representativo de la
ONU, consagra como Derecho a la Verdad, con carácter autónomo, el
derecho de las víctimas de violaciones graves y sistemáticas a los derechos
humanos, así como a sus familiares y a la sociedad en su conjunto, a conocer la
verdad sobre dichas violaciones, las circunstancias en que las mismas se
cometieron, y la identificación de los responsables.
En abril de 2005, mediante la Resolución 2005/66, la Asamblea General de las Naciones Unidas (ONU) reconoció el "Derecho a la
Verdad" como un derecho universal, aprobando por unanimidad junto con una gran cantidad de naciones presentes.
El liderazgo
de la Argentina para
llevar adelante esta iniciativa fue producto del actual proceso de memoria,
verdad y justicia, durante el cual se removieron todos los obstáculos jurídicos
para erradicar la impunidad por los crímenes de lesa humanidad cometidos
durante el terrorismo de Estado.
Desde APDH Zárate, acompañamos y apoyamos la
permanente lucha y búsqueda de Verdad y Justicia llevada a cabo por querellantes,
testigos y por las familias Rodríguez, Molinas, Fernández, Tuda, Bocco y Lagrutta. Bajo el
mismo propósito por el cual sus compañeros y familiares dieron la vida: Un País
Solidario, de Iguales y Semejantes. Un País Democrático en todas las esferas:
económica, política y social.
#MemoriaVerdadJusticia
#Fueron30000
#NuncaMás